“Nadie ha visto jamás a Dios, el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien lo ha dado a conocer”.
Juan 1:18
Vivir en íntima comunión con vos es mucho más que una oración deprisa antes de salir. Es mucho más que eso.
Es tiempo y calidad, es perseverar hasta que los cielos se abran y tu gloria descienda.
Es permanecer en silencio anhelando escuchar tu voz, el silbo apacible de tu Espíritu en mi corazón.
Y es mucho más que pedir, mucho más que esperar tu bendición y tus dones generosos. Es primero dar.
Dar de mi tiempo y de mi esfuerzo. Es derramar el corazón en la irreemplazable intimidad.
Es abandonarme en tus brazos y rendir mi voluntad por completo a la tuya.
Es morir a mí misma y aceptar que ya no vivo yo sino que vos vivís en mí.
Es mirar hacia delante a través de tus ojos y dejar anidar la esperanza en mi corazón, de forma tal que no quede espacio para el temor y las dudas.
Vivir en íntima comunión con vos es lo único que reafirma mi identidad, lo que hace que pueda reconocerme como hija y que otros puedan ver el brillo de tu vida reflejado en mí.
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