25 junio, 2008

Maite


Un ángel con chupetín



Me hiciste libre


“Me libró de mi poderoso enemigo...” Salmo 18:17

Vos ya me liberaste. Me hiciste libre. Ya venciste al enemigo. A mi me toca apropiarme de esa libertad y no volver a ponerme en esclavitud.

Me pongo otra vez bajo esclavitud cuando le presto atención a lo que el enemigo susurra en mi mente.
Él sólo viene queriendo aprovechar mi debilidad para confundirme, para amedrentarme, para desviarme del camino.

Pero no tengo que olvidar que vos te perfeccionás en mi debilidad, allí es donde tu poder se hace evidente.

Y una vez más concluyo que no es en mis propias fuerzas sino en las tuyas. No es mi batalla, es la tuya. No es mi guerra, es la de mi Dios.

Y vos me sacás siempre a libertad y me hacés más que vencedora.

Temer es un insulto, es desconfiar de tu amor, de tu poder y de tu voluntad de hacerme bien.

El enemigo de mi alma ya fue vencido, ya me libraste de él. Soy libre.
Libre para gozarme en tu presencia, libre para recibir tus bendiciones, libre para adorarte, libre para ver la victoria cada día, libre para no vivir más con el ánimo abatido, libre de la queja, del temor, del desánimo.
Libre.

Diamante en bruto

“...os es necesaria la paciencia para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” Hebreos 10:36

La prueba produce paciencia. Es feo pasar por ella.

No me gusta.

Hay dolor, hay tristeza...

Una vez escribí que mi vida era como un diamante en bruto al que vos vas tallando hasta que brille en toda su hermosura.

Eso sucederá cuando realmente te refleje en todo tu esplendor.

Mientras tanto los golpes del cincel duelen.

Mientras tanto parece que ya no se soportará el trato.

Pero queda la confianza de que vos sabés exactamente qué hacer, cuándo, cómo y hasta cuándo.

Vos nunca me darás una prueba que no sea capaz de soportar.


En tus manos

Como un diamante en bruto
es, en tus manos,
la vida que, sin reservas, a ti se entrega
para ser tallada.
Sólo un oscuro trozo de roca sin valor
es al principio,
mas brillará como ninguna
cuando esté acabada.

Confesión

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”
1° Juan 1:9

Quisiera no tener que pedirte perdón tan a menudo, a veces por las mismas cosas. Eso indicaría que he crecido, que algo aprendí en todos estos años.

Pero cuando creo que ya lo había superado, que lo había vencido, allí está, otra vez; la misma debilidad, el mismo error, el mismo pecado.

Me siento defraudada de mi misma, pero al mismo tiempo me doy cuenta cuánto dependo de vos, de tu gracia, de tu fortaleza y de tu misericordia.

Y me doy cuenta de cuánto te debo, cuánto hiciste por mí sin que yo lo mereciera.

No merezco tu amor, ni tu perdón, ni nada. Y sin embargo vos me lo das todo.

No me alcanzará la vida para agradecerte, Jesús.

Gracias.

Gracias por amarme como soy, gracias por perdonarme, gracias por entregarte por mí.

14 junio, 2008

Expectativa


Esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.
Salmos 91:2

Quiero acercarme con anhelo, con expectativa, con esperanza.


Quiero lo genuino de vos.


No quiero imitaciones, ni manipulación de ningún tipo, ni cosas prefabricadas.


Te quiero a vos.


Punto.


Nada más ni nada menos.


Tu presencia real, concreta, indiscutible, verdadera, palpable...


Te necesito a vos y a nadie más.


Necesito que me tomes en tus brazos delicadamente y me sumerjas en la corriente de tu Espíritu para refrescar mi alma.


Anhelo escuchar tu voz, sentir tu presencia, imaginar que recuesto mi cabeza en tu pecho para permanecer allí, escuchando latir tu corazón y dejando que el mío se aquiete al compás de tus latidos.


Salirme de la prisa, de la urgencia de lo cotidiano...


Abrazar lo importante, abrazarte a vos. Y dejar que me abraces, que me acunes, que tomes mis cargas y las pongas a un lado, una por una, para darme descanso.


Que llenes mi corazón de paz, como solamente vos la sabés dar.

Tristeza

“... aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo”
Juan 16:20b

Dejá que me acerque a vos, Sol de Justicia, para que tu fuego me encienda y mi corazón arda nuevamente por tu calor.

Quiero mirar con los ojos con los que vos mirás, sentir tal como tu corazón siente, amar como sólo vos podés amar.

Quiero recordar y abrazar el hecho de que en vos soy más que vencedora.

Quiero gozarme en tu amor.

Quiero ver como te regocijás sobre mí con cánticos y como callás de amor cuando recibís el incienso de mis oraciones como una ofrenda de exquisito perfume.

¿Por qué habría de andar desfalleciendo cuando sos vos, el Rey de reyes, quien me fortalece?

¿Por qué habría de renunciar al gozo cuando vos, el Señor de señores, sos mi Esposo para siempre?

Deslealtad

“... más me deleito en la lealtad que en el sacrificio, y más en el conocimiento de Dios que en los holocaustos” Oseas 6:6

Perdoname por mis deslealtades.

Perdoname por decir que confío en vos y después dejo que el temor gane mi corazón.

Perdoname por decir que te necesito y después actúo como si pudiera sola.

Perdoname por decirte que espero en vos y después dejo que me anule la ansiedad.

Tal vez no sean cosas graves, tal vez sean pequeñas faltas de lealtad pero igual me avergüenzan.

Perdón...

Tu fuerza

“Dios es quien me da fuerzas, quien hace intachable mi conducta”
Salmo 18:32

A lo largo de los años,
a través de mil y una situaciones,
la razón indica que en mis fuerzas no hubiese sobrevivido.

Tantas cosas que enfrentar...
Tantas cosas contra las que luchar...
Tantas veces me sentí sin fuerzas...
¡Tantas veces pensé en abandonar todo!

Pero siempre, al borde del desaliento, me levantaste.
Tu fuerza era la que sostenía firmes mis piernas cuando me ponía de pie.
Tu fuerza era la que me levantaba de la cama, cada día, para empezar una nueva jornada.
Tu fuerza me sustentaba en casa, en la calle, en el trabajo...

Sin ella me hubiera derrumbado.

Sin ella me derrumbaría hoy.

Aún me sostenés,
aún afirmás mis pies,
aún mantenés erguida mi espalda
y levantás mi cabeza.

Cuándo más débil soy, entonces soy fuerte,
porque tu fuerza está en mi,
arrolladora,
nada la puede detener.