28 agosto, 2008

Voces y corazones

"Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. El humo del incienso con las oraciones de los santos subió de la mano del ángel a la presencia de Dios. Y el ángel tomó el incensario, lo llenó de fuego del altar y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, voces, relámpagos y un terremoto".
Apocalipsis 8:3-5

Resulta interesante observar que los truenos, relámpagos, voces y terremotos no son provocados por grandes seres, sino por seres anónimos de la historia. No suceden como resultado de grandes movimientos políticos, sino de gestos inocentes. No ocurren por efecto de sofisticadas bombas, sino a causa del incienso perfumado. Y no son dictados por las capitales de los grandes imperios del planeta, sino en la presencia de Aquel que está sentado en el trono.

"Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
Apocalipsis 8:3

Después de esto el incensario es lanzado a la tierra, y acontecen los truenos, relámpagos, voces y terremotos. Los grandes conspiradores de Dios no son las celebridades, ni los políticos de gran influencia, ni los aparatos militares, ni los que deciden en las grandes capitales del mundo. Los que conspiran junto con Dios son los que oran en el anonimato y la santidad.
La palabra de Dios señala que estas personas, los santos de la tierra, levantan sus voces delante del trono y juntan sus oraciones, las que entonces son mezcladas con incienso y arrojadas de nuevo a la tierra.
Declara la palabra de Dios que estas voces simples y sencillas, a las que no se les da lugar a expresión, desconocidas en la historia, sin nombre, significan algo muy importante dentro del horizonte de la historia humana. Son las voces de los "sin voz" en la historia, las de todos los santos llenos de la presencia de Dios. Y estas voces débiles son cambiadas en la presencia del trono, para ser arrojadas hacia la tierra como verdaderas lanzas de Dios. ¿Podemos imaginar algo semejante? No conozco ningún otro pasaje de la Escritura que afirme con mayor intensidad el poder que tiene la oración de los santos. Voces débiles y súplicas que llegan a la presencia del trono y son cambiadas en armas de Dios.
He conocido ancianos de cabellos blancos, sin nombre entre los hombres, pero que se despiertan todas las mañanas a las 4, a las 5, a las 6, e insisten en la loca intención de juntar sus voces anónimas a los muchos santos, para hacerlas llegar hasta la presencia del trono.
El libro de Apocalipsis señala que no son las maquinaciones de los conspiradores las que harán caer a la gran Babilonia, sino esta subversión, esta santa guerrilla practicada por los desconocidos de la historia. Ellos son los que conspiran con Dios para derribar los principados y las potestades del mal sobre la tierra.
Este pasaje de la Escritura nos estimula a la oración. Oración que pide, que clama por el juicio de Dios; que levanta la voz y ruega al juez de toda la tierra que haga justicia en el planeta.

Tomado del libro "El verdadero avivamiento" de Caio Fabio D'Araujo Filho, Editorial Logos.