28 enero, 2008

Adorarte

“... se inclinaron y adoraron...” 2° Crónicas 29:30

Quiero adorarte, Jesús, quiero entrar al lugar santísimo para encontrarte cara a cara. Y, una vez allí, la única actitud posible es postrarme. ¿Cómo puedo permanecer de pie delante de mi Rey?

Allí sólo puedo llegar a través del amor. Vos me amaste primero, me amaste hasta la muerte. ¿Qué otra respuesta puede haber sino amarte y adorarte? Adorarte es dejar fluir ese amor. No podría adorarte si no te amara. Si solamente te conociera te alabaría por la grandeza de tus hechos y la multitud de tus maravillas. Pero además de conocerte, te amo... ¿Tal vez debería decir que te amo porque te conozco? ¿Es posible conocerte y no amarte desesperadamente?

Lo único que sé es que la adoración, la adoración íntima y profunda, única e irrepetible, es necesariamente fruto del amor. Adoración en lo secreto, tiempo de amores. Inclinada delante de tu trono, es permitir que me abraces, que me rodees. Aquí ya no hacen falta las palabras, el corazón y la vida entera se hallan expuestos ante tu luz. Nada puedo esconder, ni disimular. Aquí no existe el tiempo, aquí no importa nada más que vos y yo. Adoración es anhelo de encontrarte en la intimidad y en el silencio. Es detenerme este instante en medio de la eternidad para responder a tu propio anhelo.

24 enero, 2008

2008 - un camino que recorrer


“El que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo”

1° Juan 4:4

Vos estás en mi, Señor, y sos poderoso. Todopoderoso. Más poderoso que el que está en el mundo.

Sin embargo, cuántas veces vivo como si no fuera así, como si todo dependiera de mí, de mis fuerzas, mi capacidad o mi experiencia.

Si no fuera cierto, si no estuvieras en mi, si no fueras más poderoso que cualquiera; entonces ya no habría esperanza. Todo lo que pasa, todo lo que veo es tan desalentador...

Y mi propia humanidad es tan débil, tan escasa en sus fuerzas, tan frágil, tan expuesta al error.

Lo único que hace la diferencia es tu presencia en mí.

¡Qué poca importancia le doy a veces a esas dos palabras!

En mí.

En mi vive el que venció a la misma muerte... ¿No podrá igualmente vencer cualquier circunstancia que me limite?

El mismo poder que te levantó de la tumba mora en mí. No necesito mis fuerzas para seguir. Necesito tu fuerza, tu amor, tu gracia, tu misericordia en mí...

2008... Si Dios está conmigo... ¿quién podrá estar contra mi?


Año Nuevo

“... yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”

Mateo 28:20


Vos no dijiste que estarías conmigo cuando tuvieras tiempo, cuando hubiese un espacio en tu agenda, al terminar con las tareas más urgentes, al final del día, cinco minutos antes de ir a dormir.

No.

Vos dijiste: “todos los días”. Todos.

Veinticuatro horas sobre veinticuatro.

Los doce meses del año. Año tras año. Siempre.

Estuviste conmigo desde que sólo era una célula en el vientre.

Estuviste cuando recién empezaba a caminar, a correr, a hablar. En cada etapa de mi infancia y en la locura de la adolescencia.

Estuviste en la juventud, estás hoy en la madurez y estarás cuando ya arrastre los pies, caminando lentamente, adecuando tus pasos a los míos. Estarás hasta el fin.

Estás aquí ahora mismo. Conmigo.

Si tan solo fuera capaz de recordar esto cuando me asaltan sentimientos de soledad o incertidumbre sobre el futuro...

¡Tantas veces se me olvida que estás a la distancia de una oración! Una oración tan corta como pronunciar tu nombre...

Estás aquí, sentado al lado mío. Sólo tengo que extender el brazo y tocarte el hombro, apenas, para llamar tu atención...

Eso basta para que vuelvas tus ojos y me mires.

Y tu sola mirada es suficiente para que mi corazón se derrita de amor.