mientras afuera truena y se desploma
el cielo entre estallidos.
Desde algún rincón se aproxima
y se desliza en la isla desierta que es mi cama.
Ocupa cada pliegue,
cada centímetro helado de ausencias,
rozando apenas mis manos
inmóviles sobre las cobijas.
Poco a poco, alimentado de recuerdos,
el pasado toma forma, sustancia, cuerpo,
y me abruma…
Apenas puedo susurrar tu nombre,
No sé qué más decir… ¡te necesito!
Y aquí estás,
meciendo mi nostalgia entre tus brazos,
enjugando las lágrimas que se deslizan mudas,
sin un quejido;
acunando mi soledad, singular y única, ineludible.
Aquí estás, aquietando mis pensamientos,
cobijándome en tu seno, consolándome
hasta que el sueño llega
con su balsámica inconciencia.
Despierto y la noche ya se ha ido,
pero tu presencia sigue aquí.
Puedo sentirte, alerta, vigilante,
atento para acallar las voces que,
desde el pasado,
quieren impedir que disfrute el presente;
mi presente contigo,
nuevo y sorprendente.
Sigues aquí y es tan precioso
saber que no estoy sola,
no, nunca más sola…
(escrito algún día de 1993)
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