Te imagino inclinado sobre el leño rugoso,
tus manos arrancando la áspera corteza.
Tus manos trabajan, fuertes, firmes,
para sacar de lo tosco, armonía y belleza.
Te veo tallando la dura madera,
tus manos acariciando esa forma nueva.
Tus manos trabajan, delicadas, tiernas,
para pulir y dar brillo a lo que nada era.
Ese leño es mi vida, Señor...
¡trabaja sobre ella!
El proceso duele...
¡pero vale la pena!
Estoy de acuerdo. ¡Vale la pena!
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