1° Pedro 1:8
He podido experimentar tu paz, que se despliega como un dique conteniendo las mareas de la desesperación. Tus manos enjugando mis lágrimas, posándose sobre mi cabeza para aquietar los pensamientos, sanando las heridas más profundas, guiando por el camino más seguro. Porque estás, estás aquí. Estás aquí mientras escribo, mientras dibujo, letra tras letra, lo que hay en mi corazón; mientras escribo que te amo.
¡Parece una frase tan corta! Apenas dos palabras, cinco pequeñas letras garabateadas sobre un papel; sin embargo encierran y resumen todo lo que siento por vos. Te amo...
... y podría agregar también gracias.
Mi vida hoy no sería lo que es si no te hubiera conocido. Mi vida mañana no sería lo que va a ser si no supiera que hay un propósito.
Qué hermoso es poder tener esa confianza. Y qué hermoso poder amarte así, aún cuando nunca te he visto.
Un día te veré, cara a cara, frente a frente; cuando se haya descorrido el velo, cuando haya traspasado la última frontera, cuando al fin te conozca como fui conocida.
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