“...Mira, ahora que ya estás sano, no vuelvas a pecar...”
Juan 5:14
Ahora que finalmente tomé la decisión y actué de modo que mis ídolos fueron quitados de los lugares altos de mi corazón, no dejes que vuelva a darles el lugar que antes tenían, no sea que caiga otra vez en esclavitud y en adulterio para con vos.
Ahora que resolví moverme en obediencia, sujetando mi voluntad a la tuya, no permitas que la debilidad vuelva a dominarme, empujándome a una vida de esterilidad y frustración.
Ahora que mi vida ya ha sido sanada, quiero desechar para siempre el pecado, declarar la guerra a las pequeñas zorras que arruinan la viña y le impiden dar abundante fruto.
Fortaleceme.
Debo aprender, finalmente aprender, que no tengo que esperar a tropezar para apoyarme en la roca eterna.
Que no tengo que esperar a sentir el aliento frío de la muerte para quitar las cenizas y avivar el fuego.
Que no tengo que esperar a estar extraviada para preguntar al guía cuál es el camino.
Que no tengo que esperar a que la amargura empañe el gozo para arrancarla de raíz y echarla lejos.
Mantené tu vida latiendo en mi, tu fuego ardiendo.
Que ya no viva yo.
Viví tu vida en mí.
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