14 octubre, 2007

Siempre adelante

el Señor Jesús…me ha mandado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. Hechos 9:17

Saulo comenzó a proclamar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios… Hechos 9:20

Saulo hablaba cada vez con más valor… Hechos 9:22

Saulo… Hablaba del Señor con toda valentía… Hechos 9:28

Saulo fue lleno del Espíritu.
Saulo comenzó a proclamar a Jesús.
Saulo hablaba cada vez con más valor.
Saulo hablaba con toda valentía.

Saulo fue creciendo en fe, en valor y en decisión para cumplir la comisión que le habías dado. Primero como un bebé recién nacido, los primeros balbuceos, los primeros pasos de la niñez. Luego la creciente osadía de la adolescencia y la firmeza de la adultez. Todo un proceso hacia la madurez completa. Un proceso que comenzó con su conversión y no se detuvo. El Espíritu Santo trabajó en él hasta que tu carácter fue formado, hasta que te reflejó completamente.

¿Existe esta misma clase de crecimiento en mí? ¿Un camino siempre ascendente, sin retrocesos, sin desvíos, orientado siempre hacia la meta?

Saulo se entregó en tus brazos para ser tratado y transformado con la misma pasión y la misma determinación con que, hasta poco tiempo antes, perseguía a los cristianos.

¿Qué pasaría si me decidiera a dejar que transformes mi vida de la misma manera absoluta y total?

Maranata

Hagan esto en memoria de mí… 1° Corintios 11:24

Cuando como el pan y bebo la copa lo hago en tu memoria, recordando lo que hiciste, lo que ganaste en la cruz para mí. En memoria, recordando…
¿Realmente recuerdo? ¿En qué punto de la rutina y de la costumbre se perdió el significado de tu sacrificio?
“Cristo murió por mí” puede convertirse sólo en una frase que se repite. Como cuando le digo a alguien “Dios le bendiga” sólo como una fórmula de cortesía, porque ya es un hábito y queda bien.
Que vos moriste por mí es un hecho trascendente que va más allá de los formulismos.

¿Soy conciente de eso? ¿Realmente conservo viva la conciencia de lo que implica comer de ese pan y beber de esa copa? ¿O es sólo un ritual que debe cumplirse cada cierto tiempo?
Tu cuerpo recibió los golpes y el maltrato que debió haber recibido el mío.
Tu sangre fue la que se derramó sobre esa cruz cuando todo el castigo que yo merecía recayó sobre vos.
Eso no es algo que se pueda olvidar, eso es algo que no puede quedar enterrado bajo los escombros de la costumbre.
Vos moriste por mí, te entregaste, te sacrificaste, te quebrantaste, te derramaste.
Vos pagaste el precio que yo nunca en la vida hubiese podido pagar.
Vos pusiste en mis manos este pan y esta copa para que no olvide, para que recuerde, y para que lo anuncie hasta que vuelvas.

¡Gracias!

Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
1ª Tesalonicenses 5:18

Eran como montes rodeándome y amenazando con caerme encima y aplastarme. Escasez. Temor. Incertidumbre. Amargura. Dolor. Duda. Desánimo. Desilusión.
¿De dónde..., de dónde vendrá mi socorro?
Entonces tu voz llegó cómo un silbo apacible en el silencio de la noche: da gracias...
Gracias.
Gracias
Por estar viva, por estar sana, por el aire que respiro, porque tengo qué comer, porque tengo un techo que me cubre, ropa que me abriga, una cama dónde descansar de las fatigas del día, porque tengo trabajo, porque puedo sentir.
Gracias por mis hijos, porque ellos también están sanos y fuertes, porque crecen, porque te aman como yo te amo, por las noches en familia, por las noches en soledad, por el privilegio de conocerte, por poder servirte, por tu perdón, por tu misericordia, por tu compañía, por tu consejo y tu guía.
Gracias.
Por tu sacrificio por salvarme, por tu paciencia, por tu amor, por tu cuidado y protección, por sacar mi vida del pozo, por darme esperanzas, por darme un propósito eterno por el cual vivir.
Gracias por la risa, por la alegría, por la paz en mi alma, por la fuerza, por tu Espíritu, por tu presencia al lado mío todos los días hasta el fin.
Gracias...

La mejor parte

“Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”. Lucas 10:42

¿Cuáles son las cosas urgentes en mi vida? ¿Cuáles las verdaderamente importantes? ¿Qué es lo más costoso que tengo para ofrecerte? Mi tiempo. Mi escaso, recargado y apretado tiempo. Podría tratar de cubrir las necesidades urgentes, podría invertirlo en hacer más o en cumplir con lo mucho que ya hay por hacer. O bien podría tomar la decisión de esa mujer e invertirlo en lo importante. Podría tomar mi agenda y colocar lo importante antes de las mil quinientas cosas urgentes que reclaman mi atención. Y lo importante es el tiempo que pase en tu presencia. Lo más importante. Lo único importante. ¿Cuántas veces lo sacrifico en el altar de lo urgente? ¿Cuántas veces le dediqué mis mejores horas y mis mayores esfuerzos al trabajo, la casa, los chicos, el servicio? Vos estás demandando el primer lugar, el único, absoluto y exclusivo primer lugar. Y a veces se me hace tan difícil aquietarme y concentrarme en buscar tu rostro, en adorarte, en pasar tiempo con vos, en permanecer en tu presencia, callada, esperando oírte... Cuando lo intento parece como si todos los problemas, las preocupaciones y las responsabilidades me cayeran encima como una avalancha. Me cuesta acallar sus voces que chillan y me impiden enfocar mi mirada en vos e inclinar mi oído para escucharte. Y estoy cansada... Estoy cansada de eso... ¿Quisieras tomar todas esas cargas y llevarlas por mí mientras descanso en tus brazos?

Lo mejor viene

“... tú has guardado el mejor vino hasta ahora”. Juan 2:10

Vos guardaste hasta ahora el mejor vino, el bueno, el excelente, el de mejor calidad.
Y estás esperando que sea un recipiente dispuesto y preparado para verterlo todo, en abundancia.
Tu palabra dice que ese vino nuevo y fresco en un odre viejo, reseco, rígido y quebradizo; finalmente se pierde.
¿Cuáles son mis lugares resecos? ¿Cuáles son mis zonas rígidas y quebradizas?
Renová mi corazón de tal forma que sea tierno y maleable, adaptable a tus formas, a tu fluir cambiante. Prepará el recipiente para derramar en él ese vino nuevo, fresco, embriagante.
No dejes que las estructuras que aún subsistan en mi mente sean el dique de contención que impida el fluir libre de tu Espíritu. Derribá los argumentos, los razonamientos, el temor.
Disipá las dudas con el soplo recio de tu Espíritu.
Quiero ser libre en vos, verdaderamente libre. Libre de encasillamientos, libre de mí misma y mi razonable cabeza. Quiero embriagarme con ese vino nuevo, el mejor, el que reservaste para estos días. Quiero revivir el gozo, resucitar al asombro de mi vida rescatada de la muerte, renovar la gratitud y la alabanza, la adoración y la entrega a vos, mi único y suficiente Salvador.