14 octubre, 2007

Maranata

Hagan esto en memoria de mí… 1° Corintios 11:24

Cuando como el pan y bebo la copa lo hago en tu memoria, recordando lo que hiciste, lo que ganaste en la cruz para mí. En memoria, recordando…
¿Realmente recuerdo? ¿En qué punto de la rutina y de la costumbre se perdió el significado de tu sacrificio?
“Cristo murió por mí” puede convertirse sólo en una frase que se repite. Como cuando le digo a alguien “Dios le bendiga” sólo como una fórmula de cortesía, porque ya es un hábito y queda bien.
Que vos moriste por mí es un hecho trascendente que va más allá de los formulismos.

¿Soy conciente de eso? ¿Realmente conservo viva la conciencia de lo que implica comer de ese pan y beber de esa copa? ¿O es sólo un ritual que debe cumplirse cada cierto tiempo?
Tu cuerpo recibió los golpes y el maltrato que debió haber recibido el mío.
Tu sangre fue la que se derramó sobre esa cruz cuando todo el castigo que yo merecía recayó sobre vos.
Eso no es algo que se pueda olvidar, eso es algo que no puede quedar enterrado bajo los escombros de la costumbre.
Vos moriste por mí, te entregaste, te sacrificaste, te quebrantaste, te derramaste.
Vos pagaste el precio que yo nunca en la vida hubiese podido pagar.
Vos pusiste en mis manos este pan y esta copa para que no olvide, para que recuerde, y para que lo anuncie hasta que vuelvas.

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