05 noviembre, 2007

Fe

“Y se acordó Dios de Noé...” Génesis 8:1

En estos momentos en que parece que ya el agua me llega al cuello, que no hay salida ni solución; puedo descansar en el hecho de que vos te acordás de mí. Eso me habla de tu fidelidad, de tu presencia siempre cercana, de tu preocupación por mí o, mejor, de tu ocupación.
Porque la verdad es que vos te ocupás de mí, de mis cosas, de los más pequeños detalles, de mis necesidades y mis más íntimos anhelos.
Ninguno de mis deseos te es oculto, como no lo son tampoco mis pensamientos. Aún cuando la tormenta arrecia y no se vislumbra nada más que olas oscuras, tu presencia es el faro que enseña la ruta segura para llegar al puerto.
Vos te acordás de mí, tal como esa vez te acordaste de Noé que flotaba en medio de la nada, apenas aferrado a una cáscara de nuez, confiando en tu promesa.
Vaya fe.
El confiaba en vos.
Te creyó a pesar de las burlas, el desprecio y la descabellada idea de construir un barco en medio del desierto.
Como quisiera tener esa misma fe, para aferrarme a tus promesas aunque no vea nada...

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