27 septiembre, 2009

A salvo

Cuando el temor y la soledad me toman por asalto

y la desesperanza gana mi corazón angustiado,

aquí estás, siempre dispuesto

a protegerme y tomarme entre tus brazos.


¿Qué haría sin ti, mi Jesús amado?

El sendero es tan oscuro y escarpado...

sin tu luz que lo alumbre, sin el sostén de tu mano

sería imposible atravesarlo.


Pero cierro mis ojos y puedo sentirte aquí, a mi lado,

dulce presencia que me inunda poco a poco

como una caricia, como el rocío,

una corriente que fluye muy despacio...


Seca mis lágrimas con el dorso de tu mano,

quiero apoyarme en tu hombro y

descansar en tu regazo,

segura y protegida por tu poderoso brazo

puede bramar la tormenta... ya estoy a salvo...




25 septiembre, 2009

Cerca

…la gente se acercaba a él. Marcos 2:13

¿Qué hacías para que la gente se te acercara? ¿Qué era lo que los atraía? ¿Qué es lo que hacía que dejaran todo para seguirte?


Sin duda, muchos te seguían por lo que hacías, por los panes y los peces, las sanidades, las liberaciones.


Otros tal vez te seguían por lo que representabas: la libertad de un pueblo oprimido.


¿Cuántos serían los que iban solamente tras el hacedor de milagros o el líder político? ¿Cuántos te veían tal como eras? Muchos de los que integraban esa multitud fueron los que más tarde pidieron tu cabeza. Sólo unos pocos permanecieron y, aún la mayoría de ellos, huyeron en el último momento.


¿Qué es lo que hace que me acerque a vos? ¿Voy solamente tras el hacedor de milagros? ¿Sólo me acerco en actitud de demanda para que mis necesidades sean suplidas? ¿Te sigo sólo porque reconozco mi necesidad y tu capacidad de liberarme de mis fracasos, errores y pecados?


En parte sí, porque sé que dependo de vos para esas cosas. Pero eso no puede ser todo, no debe ser todo.


¿Qué hizo que unos pocos permanecieran, aún cuando, a sus ojos, ya no podías darles lo que necesitaban?


Ellos te amaban, te amaban más allá de lo que pudieras darles. Te amaban aunque no les dieras nada nunca más. Ya habían recibido lo más precioso, y eso era suficiente.





24 septiembre, 2009

¿?


¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.

Mi carne y mi corazón desfallecen;
Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.


Salmo 73:25-26

03 septiembre, 2009

La travesía del desierto


La travesía del desierto está llena de trampas, de dolorosas imágenes que conducen a los oasis perdidos, de espejismos burlones. Pero estos acompañantes, siendo tenaces, apenas tienen importancia si los comparamos con la abrumadora compañía de las preguntas. Estas son las que provocan la abismal soledad, la sed inagotable que quema la garganta: ¿cuándo empezó realmente la travesía?, ¿por qué?, ¿cuándo acabará, si es que acaba? Las trampas, las imágenes perdidas, los espejismos son accidentes en los márgenes del camino. La auténtica travesía del desierto son las preguntas.

De Rafael Argullol,
El cazador de instantes.