En el patio de mi casa había un laurel habitado por pájaros. Todas las mañanas, cuando el alba apenas coloreaba el horizonte, empezaban a cantar. Yo, desde mi habitación todavía en penumbras, los escuchaba. Quieta en la cama me dejaba rodear e inundar por sus trinos, tal vez intentando comprender el lenguaje de sus alabanzas matutinas. Más de una vez me despertaban, incluso antes que el inclemente y antipático tronar del despertador. Y, sin ninguna duda, de una manera mucho más dulce y apacible.
Sucede que el laurel comenzó a secarse. Ya el año pasado una tormenta desgajó una rama y empezamos a pensar en la necesidad de sacarlo. Finalmente, no hace mucho, una lluvia bastante torrencial socavó el terreno y se hizo un hueco importante en el lugar donde estaba arraigado.
No hubo más remedio que llamar a un hombre que, hacha en mano, se encargó de derribar a nuestro laurel. Tenía las raíces muy arruinadas. Lamentablemente su caída sólo era cuestión de tiempo.
Ahora, no sólo hay un espacio vacío dónde antes se erguía el árbol; sino también en mis amaneceres. Cada mañana, cuando abro los ojos y veo la claridad incipiente, sólo hay silencio...
Patricia, es imposible no dejar salir una lagrima al final del texto.
ResponderBorrarLa sensacion de ausencia es bien real.
Un abrazo!.
Hola Brisa, la verdad es que sí, así lo siento, como una ausencia muy real. Gracias por estar cerca. ¡Abrazo!
ResponderBorrarSe fueron los dulces pajaritos suavemente mariachis y llegó un monstruo de cuatro patas, que no entona para nada.
ResponderBorrarPero del patio se han ido y han venido muchos seres... lo que nunca faltó en el patio fue amor.
Beso, nel.
Cuando iba a mi trabajo, cada mañana, el lugar donde estaba, era frente a un hermoso parque lleno de arboles, muchas veces me quedé un momento más ahi, solamente para escuchar los pájaros trinar. Diferentes aves, diferentes trinos, llegaba a mi asiento en la oficina extasiada de felicidad, era como que ellos me contagiaban su gratitud de estar vivos un día más. Ya no trabajo frente a aquel lugar, pero estoy segura que aunque yo ya no escuche sus trinos, ellos aún permanecen ahí para deleite de los que transitan ese lugar.
ResponderBorrarDos historias similares y a la vez distintas.
Bello tu relato, me hizo recordar esos momentos que yo tambien disfruté de los trinos mañaneros.
Vuelve a plantar otro arbol, quizá en poco tiempo los pájaros vuelvan a tu ventana.
Un abrazo, Bendiciones
¡Ay,Patricia! Es casi, casi como perder a un gran amigo. Entiendo. Aunque nunca será ese laurel, pero, bueno, hay que intentar otro arbolito o uno semejante.
ResponderBorrarBesitos.