08 abril, 2007

¡Victoria!


Sin la menor sombra de duda, la resurrección de Jesús ha sido, es y será la mayor victoria de toda la historia.
Él venció al pecado y a la muerte; y vuelve a buscarnos.
Él viene pronto.
¡Ven Señor Jesús!
El que da testimonio de estas cosas dice: "Ciertamente vengo en breve"
¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!
Apocalipsis 22:20

07 abril, 2007

Abrazo y perdón

Imagino un viaje a través del tiempo, retrocediendo unos dos mil años en el pasado, hasta la antigua Jerusalén. Es la Pascua. Pero no es una Pascua cualquiera. La ciudad está convulsionada. Jesús ha sido condenado a muerte por crucifixión.
Me gustaría aprovechar esta oportunidad para observar de cerca a la gente de aquel entonces. ¿Cuáles fueron las actitudes que tuvieron los personajes que rodearon a Jesús?
Allí está Judas, el que se mueve en las sombras, escondido. Para él significan más unas pocas monedas que los valores morales, afectivos y espirituales. También está Pilato quien, eludiendo el compromiso, da luz verde a la injusticia, pudiendo hacer justicia. Veo también a los líderes de la ciudad y los sacerdotes que, desbordando de envidia y de celos, llegan hasta el engaño y el asesinato con tal de mantener y resguardar su posición. Los soldados someten al inocente a las peores vejaciones, a la burla y al escarnio. Hasta los ladrones crucificados junto con Jesús lo insultan. Y la multitud se presta al juego. Muchos han sido bendecidos pero no defienden al justo. Empujan a la muerte a quien los ha sanado y liberado. Piden la libertad de un criminal y condenan al inocente. Los discípulos se dispersan y Pedro niega conocerlo.
Pero hay también quienes tienen actitudes positivas. Las mujeres, por ejemplo, cercanas hasta último momento. Dentro de tres días, ellas serán las primeras testigos de la resurrección. Marta, hermana de Lázaro, sirviéndole continuamente. María, derramando perfume de nardo puro como un acto de adoración. La mujer de Pilato, apelando a la justicia. María, esposa de Cleofás, y María Magdalena; amigas y seguidoras fieles. María, la madre del Señor, velando junto a la cruz, despedazada por el dolor y la injusticia. También están José de Arimatea y Nicodemo, reclamando el cuerpo de Jesús a las autoridades para darle sepultura.
Personajes negativos y positivos. Actitudes opuestas, destinos opuestos.
Y aquí estamos de nuevo. Siglo XXI. Y, tal como entonces, es la Pascua. ¿Cuál es nuestra actitud? ¿Cuál es nuestra actitud ante la cruz? ¿Cuál será nuestra actitud ante el sacrificio de Jesucristo?
Hoy en día Judas parece tener muchos seguidores. Aman la traición, el engaño, el andar en las sombras, venden sus principios por unas cuantas monedas. Muchos otros son como Pilato. Prefieren no tomar partido, mantenerse neutrales y observar cómo transcurren los acontecimientos. Otros, como las autoridades y los sacerdotes de entonces, se preocupan tanto por su posición que recurrirán a cualquier cosa con tal de preservarla. Hay muchos también que se burlan o que, como los discípulos, siguen a Jesús de cerca pero aún no han tomado un verdadero compromiso en su corazón. Esos son los que abandonan a la primera dificultad, los que se esfuman, los que niegan.
Pero sería injusto no reconocer que también hay quienes, como aquellas mujeres, reconocen en Jesús al más positivo personaje de esta historia; y su reacción es de amor, de adoración, de gratitud, de fidelidad. Todavía quedan algunos como José de Arimatea o como Nicodemo, que son capaces de jugarse por aquel que estuvo dispuesto a soportar tanta bajeza y tanta injusticia sin odio, sin rencor, sin amargura. Y a perdonar. Eso es lo más impactante. En esa instancia terrible Jesús perdonó. Perdonó la traición, la indiferencia, la mentira, la envidia, los celos, la cobardía… Y aún perdona. Aún perdona hoy. De la misma manera. No importa lo que hayamos hecho, no importa cómo hayamos vivido, no importa cuáles hayan sido o sean nuestras actitudes. En aquel entonces, lo que mantenía sus brazos abiertos y fijos a la cruz no eran los clavos, sino su amor por las vidas. Y hoy sus brazos siguen igual de abiertos, ofreciendo un espacio para el abrazo y para el perdón.

06 abril, 2007

Pascua

Un número rojo en el calendario, cuatro días para evadirse de las cotidianas obligaciones y presiones de la vida. Relajarse, no pensar, descansar...
Una buena excusa para el turismo, buena época, clima agradable. Multitudes hormiguean en las terminales de todos los medios de transporte, gente que va y viene. Lindas mini vacaciones...
Una excelente ocasión para mostrarse piadoso, tal vez la única en el año. Un poco de vida religiosa, algún vago recuerdo del significado real. Guardar las apariencias, cumplir el rito y adiós... hasta el año que viene.
Un agradable momento de camaradería en la oficina. Ese compañero que casi ni nos dirige la palabra de pronto aparece deseándonos “felices pascuas”. Gracias. Tal vez el lunes nuevamente ni nos salude. Pero así es esto del “espíritu de las fiestas”.
Un despliegue colorido de huevos decorados y conejos importados de quien sabe qué tradición. Dulces y codiciados golosamente por grandes y chicos, nadie sabe qué significan, pero son tan ricos...

El mundo sigue girando inmutable, ajeno a todo, arrastrando a todos en su derrotero. La música sigue atronando desde todos los parlantes, las noticias nos siguen mostrando las mismas imágenes de todos los días. Violencia aquí y allá, una secta de locos que se suicida para irse con los ovnis, el accidente nuestro de cada día, las denuncias y contradenuncias de la corrupción. Las imágenes se suceden a un ritmo enloquecedor, es como si quisieran contagiar ese ritmo, esa febril agitación a todo el mundo. Rápido, rápido, rápido... no vaya a ser que entre un segundo y otro quede alguna fracción que nos permita pensar... recordar...

¿Quién recuerda hoy al hombre de la cruz? ¿Quién recuerda lo que ha hecho?

Muchos recordamos, muchos elegimos detenernos y apartarnos de este enloquecido mundo que vivimos para recordar...
Recordar el huerto, las gotas de sangre en sus sienes, la oración agonizante y la decisión. Podría haberse negado. Pero no lo hizo. Eligió ser obediente y obediente hasta la muerte. Por nosotros...
Recordar cómo lo traicionaron, cómo aquel que se sentó a su mesa lo entregó con un beso, cómo aquellos que lo seguían desaparecieron de su lado y alguno lo negó...
Recordar los insultos y las afrentas que recibió inmerecidamente. Los azotes, el escarnio, la vergüenza, el dolor. No eran para él, no debieron caer sobre sus espaldas pero allí fue donde los soportó...
Recordar que murió, con los brazos abiertos, la muerte más horrible, la más vergonzosa, cargando sobre él todo el pecado, la inmundicia, la maldad...
Recordar que aún sin merecerlo recibió el castigo, pagó el precio, saldó la deuda...
Recordar que resucitó, que está vivo, hoy, ya, ahora, real, actual, eterno...

Cuando él oró por los que habrían de creer también los tenía en mente a los que hoy ni se enteran de que este no es sólo un fin de semana largo más, ideal para el turismo. Pensaba en esos que cumplen con el ritual que les marca la tradición, pero vacío de significado. Veía a ese compañero de oficina antipático que ni siquiera se digna saludarnos. Pensaba en esos que se ensordecen con la música para no pensar en el vacío que los aturde por dentro. En esos que hoy apelan a la violencia, encendidos de odio, por ideales que al fin de cuentas no llenarán nunca el vacío del corazón... Pensaba en los engañados, en los aprisionados por la mentira, quitándose la vida por una quimera de ciencia ficción. Pensaba en ellos también cuando consumaba el sacrificio.

Depende de nosotros. De los que recordamos. Él nos encargó la misión. Es nuestra responsabilidad que la noticia se sepa, que el olvidadizo recuerde, que el mundo se entere... Es nuestra tarea, ser luz y ser sal, para que cada año sean más los que se sumen para adorarle.

02 abril, 2007

Malvinas, 25 años después...





Vista del cementerio argentino
en las Islas Malvinas.



"Las madres de los soldados muertos son jueces de la guerra."


B. Brecht

Una decisión trascendental


Dijo Elizabeth Stone...
"Tener un hijo representa una decisión trascendental. Es decidir que tendrás para siempre el corazón caminando por ahí, fuera de tu cuerpo."