07 abril, 2007

Abrazo y perdón

Imagino un viaje a través del tiempo, retrocediendo unos dos mil años en el pasado, hasta la antigua Jerusalén. Es la Pascua. Pero no es una Pascua cualquiera. La ciudad está convulsionada. Jesús ha sido condenado a muerte por crucifixión.
Me gustaría aprovechar esta oportunidad para observar de cerca a la gente de aquel entonces. ¿Cuáles fueron las actitudes que tuvieron los personajes que rodearon a Jesús?
Allí está Judas, el que se mueve en las sombras, escondido. Para él significan más unas pocas monedas que los valores morales, afectivos y espirituales. También está Pilato quien, eludiendo el compromiso, da luz verde a la injusticia, pudiendo hacer justicia. Veo también a los líderes de la ciudad y los sacerdotes que, desbordando de envidia y de celos, llegan hasta el engaño y el asesinato con tal de mantener y resguardar su posición. Los soldados someten al inocente a las peores vejaciones, a la burla y al escarnio. Hasta los ladrones crucificados junto con Jesús lo insultan. Y la multitud se presta al juego. Muchos han sido bendecidos pero no defienden al justo. Empujan a la muerte a quien los ha sanado y liberado. Piden la libertad de un criminal y condenan al inocente. Los discípulos se dispersan y Pedro niega conocerlo.
Pero hay también quienes tienen actitudes positivas. Las mujeres, por ejemplo, cercanas hasta último momento. Dentro de tres días, ellas serán las primeras testigos de la resurrección. Marta, hermana de Lázaro, sirviéndole continuamente. María, derramando perfume de nardo puro como un acto de adoración. La mujer de Pilato, apelando a la justicia. María, esposa de Cleofás, y María Magdalena; amigas y seguidoras fieles. María, la madre del Señor, velando junto a la cruz, despedazada por el dolor y la injusticia. También están José de Arimatea y Nicodemo, reclamando el cuerpo de Jesús a las autoridades para darle sepultura.
Personajes negativos y positivos. Actitudes opuestas, destinos opuestos.
Y aquí estamos de nuevo. Siglo XXI. Y, tal como entonces, es la Pascua. ¿Cuál es nuestra actitud? ¿Cuál es nuestra actitud ante la cruz? ¿Cuál será nuestra actitud ante el sacrificio de Jesucristo?
Hoy en día Judas parece tener muchos seguidores. Aman la traición, el engaño, el andar en las sombras, venden sus principios por unas cuantas monedas. Muchos otros son como Pilato. Prefieren no tomar partido, mantenerse neutrales y observar cómo transcurren los acontecimientos. Otros, como las autoridades y los sacerdotes de entonces, se preocupan tanto por su posición que recurrirán a cualquier cosa con tal de preservarla. Hay muchos también que se burlan o que, como los discípulos, siguen a Jesús de cerca pero aún no han tomado un verdadero compromiso en su corazón. Esos son los que abandonan a la primera dificultad, los que se esfuman, los que niegan.
Pero sería injusto no reconocer que también hay quienes, como aquellas mujeres, reconocen en Jesús al más positivo personaje de esta historia; y su reacción es de amor, de adoración, de gratitud, de fidelidad. Todavía quedan algunos como José de Arimatea o como Nicodemo, que son capaces de jugarse por aquel que estuvo dispuesto a soportar tanta bajeza y tanta injusticia sin odio, sin rencor, sin amargura. Y a perdonar. Eso es lo más impactante. En esa instancia terrible Jesús perdonó. Perdonó la traición, la indiferencia, la mentira, la envidia, los celos, la cobardía… Y aún perdona. Aún perdona hoy. De la misma manera. No importa lo que hayamos hecho, no importa cómo hayamos vivido, no importa cuáles hayan sido o sean nuestras actitudes. En aquel entonces, lo que mantenía sus brazos abiertos y fijos a la cruz no eran los clavos, sino su amor por las vidas. Y hoy sus brazos siguen igual de abiertos, ofreciendo un espacio para el abrazo y para el perdón.

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