20 julio, 2008

Fe, amor y esperanza


Continuamente recordamos qué activa ha sido su fe, qué servicial su amor, y qué fuerte en los sufrimientos su esperanza en nuestro Señor Jesucristo, delante de nuestro Dios y Padre.
1° Tesalonicenses 1:3

Generalmente se piensa que los sufrimientos hacen que uno se desespere, se desanime y pierda la fe y las esperanzas. Sin embargo, aquí el apóstol muestra como, en medio de los sufrimientos, se puede conservar una fe activa, un amor servicial y una fuerte esperanza.
Una vez leí un texto que decía que debíamos asegurarnos de que las aflicciones no estuvieran entre vos y nosotros, porque eso produce separación; y que, al contrario, si nos mantenemos de frente al sol de justicia, los problemas que puedan pesar a nuestras espaldas nos empujarán más y más a tus brazos. Y allí, en tus brazos amorosos, es posible hallar consuelo, renovar la fe, vivificar el amor y fortalecer la esperanza.
Eso es lo que necesito. Necesito fundirme en tus brazos, refugiarme en tu seno y permanecer quieta, en silenciosa adoración. Hay muchas cosas que me arrastran como un torbellino, ideas y pensamientos que bombardean mi mente cuando intento orar, cuando trato de enfocarme en tu rostro y buscar la corriente fresca y restauradora de tu Espíritu. Necesito descansar en vos, reconocer que tenés todo bajo control y que vas a obrar de la manera maravillosa en que lo has hecho hasta hoy. Nunca me abandonaste, nunca me dejaste, siempre me has ayudado y bendecido más allá de lo que hubiese podido soñar. Necesito confiar, porque sé que, en mis fuerzas, separada de vos, no puedo hacer nada.

Mucho por agradecer

Den gracias a Dios por todo, porque esto es lo que él quiere de ustedes como creyentes en Cristo Jesús.
1°Tesalonicenses 5:18

Dar gracias por todo...
¡Son tantas las cosas que has hecho que no me alcanza lo que me resta de vida para agradecerte!
Gracias por salvarme, en primer lugar.
Gracias por haberme encontrado cuando estaba perdida, y por haberme rescatado de una muerte segura.
Gracias por ese amor tan grande.
Gracias por haberme sostenido durante todos estos años. Gracias por cada día que amanece y puedo abrir los ojos a una nueva jornada.
Gracias por tus promesas, seguras y firmes.
Gracias porque puedo ver tu mano en cada circunstancia, a cada momento, en cada detalle.
Gracias por estar atento a mis necesidades y a mis anhelos.
Gracias porque aún a pesar de las debilidades, dudas, fracasos y pecados; siempre estás aquí con tu mano extendida, dispuesto al perdón y a la restauración.
Gracias porque tu mano no se ha acortado para bendecirme.
Gracias por estar tan cercano, tan real, tan indiscutiblemente cierto.
Gracias.